‘O Himno Galego’, la ‘Marcha Real’ y su música
“Polo que dí á garda e honores militares, no 1685, diante dos Pazos do Concello de A Coruña, rendíunos unha ‘Compañía de la Guardia’, con ‘Bandera alboreada’. Xa no 1697 consta que a bandeira se abatía tres veces. Os escribanos anotaban, con moito mimo, estas incidencias: o ano en que só se abatíu unha vez; cando, por acordo previo, non se renderan honores; cando se renderan dúas veces, e cómo os señores deputados, saúdan á bandeira ‘con la urbanidad de sacar los sombreros’ e correspondían ademáis ós saúdos dos espontóns”, leemos en las páginas de la monografía O Himno Galego. Da “Marcha do Reino de Galicia” a “Os Pinos” de Veiga e Pondal, Caixa de Pontevedra, 1991, escrita por el nunca olvidado Xosé Fernando Filgueira Valverde, el insigne “petrucio” –junto con Ramón Otero Pedrayo– de las Letras Galegas.
El hecho es que, según la “Xunta” iba perdiendo importancia, se acrecentaban los honores. Además que, en contra de la pretensión de concedérsele una guardia de cincuenta soldados, con “bandeira, pífano y tambor”, con un capitán al frente, el Reino –que era mesurado– acordó manifestar que eran suficientes doce hombres con un sargento. En otras ocasiones, empero, fue más exigente y siempre dadivoso, pues obsequiaba relós de oro y cajas de plata a los oficiales, ofreciendo un refresco a la gente de tropa.
De manera que no faltaban oportunidades en las que sonase la “Marcha do Reino”, ya con clarines o trompetas, con pífanos o, si bien no tenemos testimonio, interpretada con los “gaiteiros”. “Coido que Pascual Veiga puido tela presente ó escolle-lo tema do ‘Himno Galego’ –nos recuerda el ilustre Filgueira Valverde–, asinalado no moi fermoso limiar que precede ó coro”. En cuanto se refiere a la “Xunta do Reino”, caso de desear conocer mejor lo que fue, es imprescindible leer los artículos del célebre periodista Pérez Constanti, así como los tres “valiosos tomos” que dedicó a su historia el estudioso Enrique Fernández Villamil.
A juicio del profesor Filgueira Valverde –literato y tantos años al frente del Museo de Pontevedra–, el asentamiento y la popularidad del “Himno” es un “hecho social trascendente”, puesto que fue “escolleito” y no impuesto por acuerdos, aparte que las gentes tenían mucho donde elegir. Aquella “Marcha Real do Reino de Galicia” continuaba sonando en la sola pervivencia de la vieja institución que es la “ofrenda” de Lugo en la Infraoctava del “Corpus Christi”. Asimismo se hablaba de otra que no era sino “la Guerra de la Independencia”, al decir de Inzenga. El caso es que hubiera podido convertirse en “Himno Galego” alguno de los de la poesía “isabelina”, sobre todo los que versificó Vicente de Turnes en 1858. Existió, asimismo, un “Himno Militar Galego” de los “carlistas”, compuesto por el Marqués de Almeiras, Evaristo Martelo Paumán del Nero.
He aquí que, a la búsqueda de un canto que fuera representativo de la personalidad gallega, en el período del “Rexurdimento” de la literatura gallega, se intentó convertir en símbolo el “Ai, esperta adorada Galicia/ dese sono en que estás debruzada” del poeta Francisco Añón. El poeta Manuel Curros Enríquez expresaba la idea en su Divino Sainete: “Ti, autor dos himnos á Patria/ como outros non teño lido”. Sin olvidarnos del maestro Marcial del Adalid, músico que nos reveló su “Miña Terra, miña Terra”.